Tolstoi. Diarios (1847-1894) y (1895 – 1910)

TOLSTOI, Lev, Diarios (1847-1894) y (1895 – 1910), Barcelona, Acantilado, 2 volúmenesseptiembre de 2002 y noviembre de 2003, primera edición, 506 pp. y 582 pp., con fotografías intercaladas. Discreta firma en anteportada sin afectar y muy buen estado general de ambos tomos. Cubierta editorial ilustrada con solapas. 22 x 13 cms.

El conde Lev Nikoláievich Tolstói era del todo impredecible. Un día se encontraba en medio de una batalla en Crimea y al siguiente aparecía segando el heno con los campesinos. Otro día nos enterábamos de que estaba aprendiendo el oficio de zapatero y días más tarde de que estaba estudiando griego clásico para leer a Homero. Había momentos en los que nos sorprendía con el minucioso examen de conciencia al que se sometía, mientras en otros lo veíamos perder su hacienda por deudas de juego. Era una personalidad llena de contradicciones, desmesurada y seductora, cuya vida había quedado registrada en un diario.» El primer volumen es una selección amplia y significativa de los diarios que Lev Tolstói escribió entre 1847 y 1894. Poco dado a concesiones, Tolstói se nos presenta en ellos en su más íntima humanidad, en la lucha que mantuvo consigo mismo y con su entorno, en la búsqueda incesante de su plenitud como hombre y como escritor.

Los últimos años de la vida del conde Lev Tolstói se vieron marcados por la muerte de Vániechka, el menor y más querido de sus hijos, la excomunión y, finalmente, la huida de su casa de Yásnaia Polaina, a los ochenta y dos años, provocada por un matrimonio insostenible. Como en su juventud, también en su vejez Tolstói confería a su diario un lugar primordial, ya que estaba convencido de que éste le permitía profundizar y lo obligaba a la sinceridad, a la franqueza y a la honradez consigo mismo. «Cuando se escribe un diario–decía–, uno percibe de inmediato cualquier cosa que sea falsa.» Con el paso del tiempo, los diarios de Tolstói se fueron convirtiendo en un crisol de sus doctrinas filosóficas y morales; sin embargo, los elementos íntimos, personales, no destinados a ser leídos por otros, nunca dejaron de estar presentes, entrelazándose con reflexiones y juicios abiertamente destinados a ser difundidos. La magnífica selección de Selma Ancira en el segundo volumen de los Diarios (hasta 1910) anima la lectura, amena, instructiva y apasionante, de los últimos años de la vida de Lev Tolstói en la intensa Rusia prerrevolucionaria.

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