Cuando me decidí a montar la librería, mi madre (muy amorosa pero algo pesadita) se pasaba el día diciendo: “pero ¿y cómo la vas a llamar? ¿Qué te parece Librería Trazos, o Encuentros, o La Casa del Papel o Incunable, o Plumas o …. “. Ella vivía en Alicante y teníamos largas conversaciones telefónicas que no llegaban a nada; el listado de nombres superó cien opciones la primera semana, además de otras sugerencias variopintas de amigos de la infancia, compañeros del trabajo, etc. “¿Librería Sueños, Gutenberg, La nave de los locos, El libro mágico, El Arca de Noe, Babel, Rojo y Negro, El ático esmeralda?”

Tras dos semanas en las que prácticamente repasamos referencias de animales, flores, minerales, árboles, colores, emociones, accidentes geográficos, personajes (¿Librería Nomeolvides, Mar de Libros, Manteles blancos, La rosa de los vientos, Wilde y compañía?) decidí acotar la búsqueda y concentrarme en dos parámetros: algo literario y algo femenino (porque entonces había pocas mujeres en el sector del libro antiguo). Eso no mejoró mucho; todas las ocurrencias eran del tipo: La loca de la casa, La sirena varada, La ilustre fregona, La amante, La fierecilla domada, El hilo de Ariadna, La caja de Pandora, Afrodita ilustrada… Cuantas más posibilidades anotaba, menos segura estaba. Como cuando encuentras de repente tiempo y dinero para irte de vacaciones: empiezas a mirar destinos exóticos y todos son buenos o malos, o ni buenos ni malos pero… ¿con cuál te quedas?

Un día, por pura casualidad, de repente pensé: La Galatea. Me lo escuché decir en silencio un par de veces: Librería Anticuaria La Galatea, Librería Anticuaria La Galatea… y supe que ese sería el nombre definitivo….

En la fachada de la librería, a modo de presentación, un viejo cantero salmantino ha grabado un rótulo en piedra de Villamayor y letra gótica con el nombre… Cada día, cuando los turistas o paseantes cruzan mi calle, desde la mesa del despacho los oigo comentar: “La Ga-la-ta. Ay, no. La Galatea. Ay, mira, La Galatea!!! Eso es de Quevedo, o de uno de esos, no? No, hombre, no, qué burro eres, eso es de Cervantes!! Ay, sí, eso, es de Cervantes. O era Góngora???”

Y yo pienso para mí; pues sí, hay una Galatea de Cervantes, pero no es la mía… Esa es una novela pastoril bastante insulsa y cursilona… Mi Galatea es otra!!!

La mía es la del Polifemo, y viene de la mitología griega; sale en la Iliada, y ya contaron su historia Teócrito y Ovidio, entre otros. Porque mi Galatea era una preciosa nereida (una de las cincuenta hijas de Nereo), una ninfa, una diosa menor. Las Nereidas vivían sumergidas en el Mediterráneo, o jugaban montadas en delfines mientras protegían a los marineros en sus largas travesías. Y era bella y amable, y estaba enamorada. Claro que tuvo una historia de amor desgraciada, como ocurre en los cuentos y en las leyendas. Händel compuso una cantata basada en sus amores con Acis, un agraciado pastor siciliano. Los jóvenes se querían con locura pero Polifemo, el cíclope, un horrible ogro de un solo ojo, también deseaba a la dulce Galatea. Qué pena nacer Polifemo, qué destino aciago ser tan despreciable que nunca puedan quererte. Siempre había simpatizado mucho con el pobre Polifemo, solitario y muerto de celos, que un día no pudo resistir más la rabia de ver juntos a los dos amantes. Algunas versiones dicen que cogió a Acis y lo despeñó montaña abajo; otras, que lo aplastó con una enorme piedra. Galatea, desesperada, pidió el auxilio de su madre Toosa, que transformó la sangre que brotaba del joven pastor en un río. De esa forma, en algunas de las representaciones de Galatea, siempre se la pinta triste y lánguida, bañándose en el río Acis.

Y esa es mi Galatea. Ni la de Cervantes, ni la que pintó Rafael, ni la estatua de marfil tallada por Pigmalión. Porque resulta que yo buscaba un nombre original, y ya ves; entras en Google y te salen Galateas por las orejas: una fábula de Góngora, un cuadro de Dalí, una ópera de Lully… Pero yo sólo recuerdo el día que de golpe pensé La Galatea y me vino a la cabeza el cuento que me contaba mi abuela sobre una ninfa que lloraba mirándose en un río por culpa de un amor desventurado.

Tampoco olvido que allá por 1980, en mi primer año de carrera, en clase de griego, el profesor nos dijo que Galateia (que en griego significa “blanca como la leche”) venía del indoeuropeo, y su raíz significaba “robustez” y “valentía”. Así que para la joven que yo era entonces, empecinada en montar una librería anticuaria de la nada, sin dinero, sin clientes ni conocimientos del mercado, el nombre le venía bien. Y me sigue gustando, pese a que cuando me preguntan si es un homenaje a Cervantes tengo que empezar a contar de nuevo la historia de un triángulo amoroso, tan viejo y tópico como el mundo: una nereida infeliz, un cíclope atormentado y un apuesto pastor siciliano.

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María Bermejo
María Bermejo
2 años

¡Qué explicación tan encantadora! Feliz año nuevo.

Alfredo Gómez
Alfredo Gómez
2 años

Desconocía completamente esa parte de la mitología
siempre relacioné con Cervantes la Galatea y me alegro encontrar en tu librería un ejemplar impreso por Sancha
siempre aprendiendo de ti. Fascinante

Jessica Osorio
Jessica Osorio
2 años

Precioso nombre…pues feliz año 2021 para ti y para La Galatea

Ana
Ana
2 años

Nunca es tarde para conocer bonitas historias de las que te hacen sonreír. Un placer leerte.

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